martes, 23 de septiembre de 2014

La cara oscura del coleccionismo


La vida es dura.

Somos las personas las encargadas de hacerla más liviana.     

 ¡O no!.

El coleccionismo es una de esas parcelas de la vida que se me antojaba podía ayudarnos a introducirnos en un universo paralelo donde olvidarse del ruin mundo. Yo estaba firmemente convencida de que me encontraría con personas que compartirían mi misma visión e igual pasión. En mi utopía no había lugar para bajas pasiones o malos sentimientos, se trataba de disfrutar y abstraerse del mundanal ruido.

No podía estar más equivocada.

En realidad,  parte de las personas que se autodenominan coleccionistas usan este terreno para plasmar las frustraciones que no consiguen superar en la vida cotidiana y elevan su nivel competitivo convirtiendo la afición en una carrera de fondo donde las zancadillas son habituales y los codazos y empujones son frecuentes y reiterados. Las triquiñuelas usadas son tan infinitas como innumerables son las personas que las celebran. Lo más infame es que aunque esas coleccionistas de medio pelo no duran mucho son tan frecuentes y son reemplazadas tan rápidamente por otras de su misma calaña  y su huella es tan devastadora que el daño perdura en el tiempo y en la mente de la gente de buen vivir.




Es usual que un vendedor se comprometa con un comprador y aparezca otro que ofrezca más dinero y el vendedor no mantenga la palabra. ¿Entramos en el campo de la supuesta libertad de comercio o de la ética comercial? Este trapicheo es frecuentemente tapado con innumerables mentiras que se pisan unas a otras y caen por si solas pero que no le importan realmente a los falaciosos. Unos han conseguido la pieza codiciada y otros el dinero. Nada tiene más valor en sus vidas.

Otra artimaña es la lastimera, la típica plañidera, siempre con problemas que consigue dar la suficiente pena como para que los demás se vuelquen y ayuden a conseguir sus propósitos. No confundamos vivir un mal momento en la vida con hacer de la vida una adversidad continua. Y en ello hay personas que son autenticas profesionales, manipuladoras natas acostumbradas a conseguir así lo que quieren.

Y no nos olvidemos de la “buena amiga” que te da la puñalada trapera, que te pone verde o te deja mal ante el entorno y trata de sisarte lo que puede. Y así hay más casos que me hacen plantearme qué valores tenemos en realidad y qué es lo que nos importa de veras.




Básicamente todo se resume en “yo, yo, yo, yo y sobre todo yo”. Si tengo dinero te zampo todo y si no lo tengo a ver como consigo que no tengas nada y lo que tienes ¡lo quiero! y aunque yo tenga 300 y tu 3, ¡tu tienes mas que yo! Pero como tu tengas 300 y yo 3 ¡Dios te coja confesada!.

En resumen… pura y dura envidia, disfrazada de amistad, de rabia, de cara dura o de angelito arrojado del cielo a patadas…… pero envidia, de esa que no deja vivir, que paraliza, que limita, que hace que la vida gire en torno a un único pensamiento ¿cómo hago para fastidiar? ¿Cómo consigo que  esa sufra y yo disfrute con su dolor? Porque si no consigo que la otra parte no sufra no logro una satisfación y sin esa satisfación no hay sensación de que no soy  algo importante. Y si que se consigue ser algo importante, una grandísima hija de puta, claro que para quien no se considera nada, para quien no es capaz de hacer crecer su autoestima de manera sana, el conseguir destacar en esos términos es todo un logro y no una vergüenza y de ahí que, veamos como dicha acémila se rie cuando los demás ven en realidad lo patético de la situación. ¿y qué queda entonces? ¿revolverse como la víbora que es e insultar a todo lo que se mueve para seguir reafirmando en falso esa autoestima ficticia? ¿o empezar de nuevo y construirse desde firmes cimientos? Por desgracia esto es lo más difícil y lo más fácil es siempre buscar una disculpa para seguir adelante con los mismos patrones y por supuesto, culpar a los demás. Y es que, por si fuera poco, la propia conciencia del ser humano es muy mentirosa,  nos deja ver de nosotros mismos una versión mejorada,  no nos permite percibir como realmente somos puesto que si ello ocurriera, y tuviéramos conciencia, no podríamos vivir con nosotros mismos.




Por mi parte, mi filosofía en este mundo se resume en procurar ser siempre realista con mis posibilidades y mis expectativas aunque debo reconocer que me las suelo saltar porque me gusta soñar con alguna pieza que está fuera de mi alcance pero ello no me impide disfrutar plenamente de lo que tengo y de lo que voy consiguiendo (últimamente debido a la crisis muy poco) y sobre todo, procuro admirar muy sanamente lo de los demás pero soy honesta conmigo misma y reconozco cuando siento envidia (¡y vaya si la siento y vaya cómo la siento!) y trato de asumirla de la manera menos dañina para mí y para los demás. Es un sentimiento humano y como tal es normal sentirlo, pero es mi deber aprender a canalizarlo y sobre todo saber disfrutar, compartir y vivir feliz con lo que en mi medida he podido conseguir. Y es importante valorar lo que mis amigas han conseguido con su esfuerzo porque también son merecedoras de ser felices con ello. Y en cuanto a las chinches, ¡creedme!, una muñeca que tengamos de cinco euros vale mucho más que cualquiera de quinientos o mas euros que se pueda conseguir de cualquiera de esas maneras de dudosa ética. Y ya se que se reirá la que lo haya hecho y dirá “mira tu esta qué dice porque no la tiene y porque rabia” y yo  digo, “pues no rabio, porque puedo vivir sin envidiar tu muñeca de quinientos euros y tu, no puedes vivir pensando que a mí me importa un bledo”.



lunes, 22 de septiembre de 2014

Buceando entre la fauna

Este texto dormía el sueño de los justos en una carpeta del ordenador. Revisando el ordenador con vistas a una próxima reinstalación di con él y recordé el momento en el que lo escribí, el día que supe que nunca tendría el valor de publicarlo o me iban a apedrear. Sin embargo hace unas semanas cuando no confirmé la amistad de alguien desconocido para mi en Facebook y esta persona me insultó a mí y a mi familia fui consciente de que no tengo porqué esconder mis opiniones, al fin y al cabo, haga lo que haga, diga lo que diga, voy a llevar por todos lados. Y no es porque las busque, a la paisana del facebook lo único que le hice fue preguntarle por mensaje de que la conocía o que intereses comunes podríamos tener porque eso de tener a lo vasto gente en mi perfil personalmente no me va. Así que, aunque por una vez vaya yo al encuentro de los problemas no creo que pase nada.
Alla vamos pues ¡arriba el telón!



BUCEANDO EN LA FAUNA DE LOS COLECCIONISTAS
Empezar a coleccionar y entrar en contacto con otros coleccionistas ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido en estos últimos años. En realidad fue como entrar en un pequeño mundo a escala con buena y mala gente. He conocido muchas personas pero casi todas han quedado aparcadas por el camino y muy pocas han seguido el recorrido conmigo, eso si, las que continúan son para mí como hermanas. En alguna ocasión me he visto tan decepcionada que me he separado y aislado y he tardado años en retomar el sendero del coleccionismo. Gracias a que en todas y cada una de mis etapas he encontrado siempre a una amiga que me ha ayudado en el momento oportuno a recuperar la ilusión y a no dejarme vencer por las contrariedades y desengaños.

Lo que más habitualmente me he encontrado es esa maldita tendencia a sobrevalorar lo nuestro y subestimar la posesión del contrario. Eso para los trueques es mortal de necesidad. Difícil llegar a un acuerdo equitativo. El problema es cuando una de las partes es experta en valoraciones a su favor y con el tiempo te das cuenta de que te han estafado, si, con todas las letras, porque es así como te sientes. Y si dices algo… malo, es tan pagada de si misma la persona en cuestión que encima tiene más que decir. ¡Aviados estamos! Mejor callar y aguantar. Menos mal que con el tiempo encontramos otras compañeras a las que les ha pasado lo mismo ¡y con las mismas personas! Conclusión. No somos nosotras, son ellas. Un punto para nuestra autoestima.

Otra es recoger el paquete, entregado por correos o empresa de mensajería. Un precioso paquete, todo enterito, inmaculado, sin más señales que las de tinta o pegatinas de quien se ha encargado de traérnoslo pero cuando lo abrimos ¡zaca! ¡Artículo roto!. Empezamos en plan guay comunicándole a la otra parte que nos ha llegado en mal estado o con tal tara el objeto que tanto deseábamos y si hay suerte se deshace el trato sin más. Pero en otras ocasiones comienza el mareo… que si no lo envié así, que si te lo rompieron en el transporte, que si fuiste tu y me quieres dar el cambiazo… ¡¡¡tortura total!!! Conclusión: en el peor de los casos a tragarse todo, artículo en mal estado, enfado, mala baba, y se genera una desconfianza que pagará en un futuro quien no tenga culpa.

Preciosa Lisa Jean que el vendedor se empeñó en que la rompió Correos.
El embalaje venía perfecto y el material de la muñeca es muy delicado.
El vendedor no aceptó devolución ni rebaja en una compra posterior que estaba pendiente.

Ah! y las fotos, esas hermosas fotos que nos muestran esa cosa tan linda, tan hermosa, tan perfecta…! Tanto que no es la misma cuando llega a casa por más que se empeñarán en decirnos que si (no os creáis que tiene cataratas ¿eh?). Mismo caso del plan anterior pero con engaño descarado, con alevosía y no tiene que ser precisamente con nocturnidad pero si es así las fotos aun salen más oscuras. Después de la tortura de reclamar porque a estas alturas esto si que está claro que es con mala intención me pregunto cual de estas opciones será la mas adecuada: si aconsejarle unas gafas para mejorar la visión o una mejor cámara de fotos porque recomendarle que sea mejor persona creo que estará fuera de lugar.

Y cuando vas a comprar algo especial, algo único, algo por lo que llevas suspirando y ahorrando ya no recuerdas cuanto. Haces una oferta, no te la admiten pero sigues subiendo y finalmente es tuyo. ¡Lo has conseguido! Lo tienes y al fin eres feliz ¿¿¿¿¿de veras?????? Espérate, no corras tanto. Ahora falta que llegue la que ofrece más, mucho más y el vendedor que no sabe lo que es tener palabra y si lo que es lucrarse más pues te da cualquier disculpa (suerte tienes si te dice la verdad aunque sea enmascarada) y te deja compuesta y sin novio.  Y si tienes mala suerte aparece la pavita de turno agitando su colita mientras enseña la pieza en concreto y se pavonea de cómo la consiguió aunque sea contando mentiras. Conclusión: de lo que te cuenten algunos elementos la mitad es mentira, la otra mitad no es verdad.

La más genial es la amiga, la colega, la que se te mete en casa, se hace la mejor amiga del mundo y te camela la familia. Empieza a ofrecerte estupendos cambios o pedirte cosas prestadas. Se lleva las cosas. No te trae ni lo que te tiene que traer a cambio ni te devuelve lo prestado. Y de volver a casa… nada. Lo peor es si tienes hijos pequeños ¿cómo les explicas que de repente ya no son objeto de su interés? Pues fácil, tal cual: “mira cielo, en la vida te encontrarás personas que te valorarán por lo que tienes y no por lo que eres, esas personas en cuanto no puedan conseguir más de ti, no volverán” Suena duro,  y probablemente no lo entenderán, pero apuesto a que lo recordarán el día de mañana. Conclusión: una buena lección de vida pero lo de que entre gente en casa no me gusta.

 Y no cuento ya la que quiere visitarte y ver lo que tienes. La que manosea todo y que cuando se va… te faltan un montón de complementos que lleva en los bolsillos de su abrigo o en su enorme bolso. ¡Hasta muñecas enteras se han llevado! Y no exagero.  Cualquier día hacen gala de su enorme cara y aparecen con camión de mudanzas con la disculpa de que vienen a tomar el café. Conclusión: ¡en mi casa no entra ni mi madre!

Y la que está empezando (¡o no!) pero quiere que le vendas tus piezas repetidas por el valor de coste (a ser posible del siglo pasado)  o que les consigas algún artículo especial y probablemente descatalogado apelando a tus contactos y para luego dejarte literalmente colgada diciéndote tan anchas y panchas que ya no les interesa y ahí te quedas amañandote como puedas, es decir ya te puedes espabilar y buscar la manera de revenderlas o regalarlas porque te has quedado a dos velas y con cara de boba… Eso ya ni nombre tiene.

Y si te cansas de los trueques o no te interesa nada de lo que te ofrecen y prefieres vender para sacarte unos euros con los que ir comprando algo que realmente te apetece te vas a encontrar de todo. Si eres regateadora nata pues ármate de valor porque te van a hacer lo mismo y más vale que no te quejes, donde las dan, las toman. Si no sabes regatear, encomiéndate a quien puedas y agárrate fuerte. No hay ningún problema en regatear, ¡ojo! me parece estupendo. Lo que ya no me parece tanto es aquel que cuando te vende no te perdona ni ese medio euro que tu sabes que está cobrando de más de los gastos de envío y que te los endosa como manipulación y por el papel (a veces reciclado de otro paquete, o simplemente un cartón del revés), o la cinta del embalaje. Pero mira por donde, que cuando le vendes tu, te llora hasta la saliva del sello de correos que curiosamente ya ni se pone porque actualmente te plantan una pegatina. ¡Si es que hay que tener cara y armarse de un valor...! Eso en los gastos de envío porque  cuando compran el artículo a cierto precio, sea en subasta o a precio fijo empiezan a lloriquearte que si están en el paro, que si no tienen ingresos, que si es para un regalo, que si es para ¡la madre que los parió!. ¡Oigan que nadie les obliga a comprar, y que si no pueden pagar pues que NO COMPREN!. Es así de sencillo. Además hoy en día muchos vendedores admiten que les paguen en varios plazos. Es cuestión de hablarlo antes con el vendedor y ponerse de acuerdo. Pero hablarlo ANTES, y no vacilar después. Conclusión: ¿la paciencia se vende en algún lado? Ese si sería un negocio redondo.

¿Continuo? ¿Se me queda algo en el teclado del ordenador? Seguro que si, pero no hay problema. Lo bueno de esto es que puedo entrar mil y una veces y rehacer el texto todas las veces que me de la gana ¡hasta que fuerza mayor me lo impida!  De todas formas seguro que en algún caso te has visto reflejada o reflejado y eso es porque en el fondo siempre pasa lo mismo, los problemas siempre son los mismos y nuestras debilidades son las mismas. Y por desgracia, la historia se repite una y otra vez, como si de un bucle se tratara. Creo que forma parte de nuestra naturaleza humana.


PD: Y si por un casual te preguntas si yo creo ser más afín a alguno de estos tipos te dire que siiiiiii, que indudablemente yo sobrevaloro lo mío pero infravaloro lo ajeno. Y bueno, de lengua afilada no ando corta y seguro que muchas otras cosas más que yo no me veo porque ya sabes aquello de que se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. En todo caso, procura no inflarme el ego ni pisarme la autoestima demasiado.