La vida es dura.
Somos las personas las encargadas de hacerla más liviana.
¡O no!.
Somos las personas las encargadas de hacerla más liviana.
¡O no!.
El coleccionismo es una de esas parcelas de la vida que se
me antojaba podía ayudarnos a introducirnos en un universo paralelo donde
olvidarse del ruin mundo. Yo estaba firmemente convencida de que me encontraría
con personas que compartirían mi misma visión e igual pasión. En mi utopía no
había lugar para bajas pasiones o malos sentimientos, se trataba de disfrutar y
abstraerse del mundanal ruido.
No podía estar más equivocada.
En realidad, parte de
las personas que se autodenominan coleccionistas usan este terreno para plasmar
las frustraciones que no consiguen superar en la vida cotidiana y elevan su nivel
competitivo convirtiendo la afición en una carrera de fondo donde las
zancadillas son habituales y los codazos y empujones son frecuentes y
reiterados. Las triquiñuelas usadas son tan infinitas como innumerables son las
personas que las celebran. Lo más infame es que aunque esas coleccionistas de
medio pelo no duran mucho son tan frecuentes y son reemplazadas tan rápidamente
por otras de su misma calaña y su huella
es tan devastadora que el daño perdura en el tiempo y en la mente de la gente
de buen vivir.
Es usual que un vendedor se comprometa con un comprador y
aparezca otro que ofrezca más dinero y el vendedor no mantenga la palabra.
¿Entramos en el campo de la supuesta libertad de comercio o de la ética
comercial? Este trapicheo es frecuentemente tapado con innumerables mentiras
que se pisan unas a otras y caen por si solas pero que no le importan realmente
a los falaciosos. Unos han conseguido la pieza codiciada y otros el dinero.
Nada tiene más valor en sus vidas.
Otra artimaña es la lastimera, la típica plañidera, siempre
con problemas que consigue dar la suficiente pena como para que los demás se
vuelquen y ayuden a conseguir sus propósitos. No confundamos vivir un mal
momento en la vida con hacer de la vida una adversidad continua. Y en ello hay
personas que son autenticas profesionales, manipuladoras natas acostumbradas a
conseguir así lo que quieren.
Y no nos olvidemos de la “buena amiga” que te da la puñalada
trapera, que te pone verde o te deja mal ante el entorno y trata de sisarte lo
que puede. Y así hay más casos que me hacen plantearme qué valores tenemos en
realidad y qué es lo que nos importa de veras.
Básicamente todo se resume en “yo, yo, yo, yo y sobre todo
yo”. Si tengo dinero te zampo todo y si no lo tengo a ver como consigo que no
tengas nada y lo que tienes ¡lo quiero! y aunque yo tenga 300 y tu 3, ¡tu
tienes mas que yo! Pero como tu tengas 300 y yo 3 ¡Dios te coja confesada!.
En resumen… pura y dura envidia, disfrazada de amistad, de
rabia, de cara dura o de angelito arrojado del cielo a patadas…… pero envidia,
de esa que no deja vivir, que paraliza, que limita, que hace que la vida gire
en torno a un único pensamiento ¿cómo hago para fastidiar? ¿Cómo consigo que esa sufra y yo disfrute con su dolor? Porque
si no consigo que la otra parte no sufra no logro una satisfación y sin esa
satisfación no hay sensación de que no soy algo importante. Y si que se consigue ser algo
importante, una grandísima hija de puta, claro que para quien no se considera
nada, para quien no es capaz de hacer crecer su autoestima de manera sana, el
conseguir destacar en esos términos es todo un logro y no una vergüenza y de
ahí que, veamos como dicha acémila se rie cuando los demás ven en realidad lo patético
de la situación. ¿y qué queda entonces? ¿revolverse como la víbora que es e
insultar a todo lo que se mueve para seguir reafirmando en falso esa autoestima
ficticia? ¿o empezar de nuevo y construirse desde firmes cimientos? Por
desgracia esto es lo más difícil y lo más fácil es siempre buscar una disculpa
para seguir adelante con los mismos patrones y por supuesto, culpar a los
demás. Y es que, por si fuera poco, la propia conciencia del ser humano es muy mentirosa, nos deja ver de nosotros mismos una versión mejorada, no nos permite percibir como realmente somos
puesto que si ello ocurriera, y tuviéramos conciencia, no podríamos vivir con nosotros mismos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLo lamento, no tengo de eso ni uso, salvo los de gallina para tortillas.
ResponderEliminarOleee si señor desgraciadamente tieness razon asi somos de asquerosos. Animooooo besotes
ResponderEliminarQue razón tienes, las que llevamos años en esto bien lo sabemos, nunca pensé que algo tan inocente como una muñeca pudiese remover tanta porqueria.
ResponderEliminarEs que la pobre muñeca no tiene la culpa, por desgracia la culpa son las más bajas pasiones e intereses del ser humano. Así es nuestra naturaleza, por desgracia.
ResponderEliminarAsquerosos... me temo que es suave. Lo bueno es que está en nuestra mano cambiar. Otra cosa es que queramos.
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